Nací en Mallorca en 1989, hijo único de una isla que, desde pequeño, me empujaba a imaginar, a moverme, a crear. Mi energía y mi creatividad eran difíciles de contener, y esa intensidad marcó desde muy pronto mi forma de estar en el mundo.

Durante años me volqué en el deporte. Me convertí en piragüista de alto rendimiento, entrenando con disciplina cada día, en contacto directo con el mar. La enfermedad de Crohn me obligó a detenerme antes de lo previsto. Y, aunque al principio fue una pérdida, con el tiempo entendí que también era una oportunidad.

Ese cambio me abrió a otros lenguajes. Aprendí a tocar el piano y la guitarra por mi cuenta, como quien necesita expresarse desde otro lugar

En 2020 me mudé a la finca Can Buc, y ese fue un punto de inflexión. Convertí aquel lugar en mi hogar y en mi estudio. Allí, rodeado de tierra y silencio, comencé a pintar.

Pasado un tiempo, llevé mis cuadros al mercado de Consell. Cada domingo, miles de personas pasaban frente a mis obras, y algo empezó a moverse: el arte salía al encuentro del público. Fue en ese espacio abierto y popular donde mi pintura comenzó a circular, a generar encuentros, a formar parte de otras vidas.

Hoy sigo ese camino, sabiendo que cada etapa ha dejado una huella en lo que pinto: la constancia del deporte, la sensibilidad de la música, la mirada del comunicador y, sobre todo, la conexión profunda con el mar, que sigue estando en el centro de todo.